“ . . . En el reino del lenguaje, todo es de todos. Pero el Poeta cree que las palabras son más suyas que de ningún otro y por eso las trabaja: su labor ( y la sensación de que se mueve muy a conciencia en un territorio que le pertenece ) le lleva a crear palabras, a acoplarlas como nadie lo había hecho, a hacerlas sonar diferente, a hallar sus sentidos plurales. El Poeta vive una tensión irresoluble entre la comunicación y la expresión personal; entre el instrumento convencional que nos es común y la ilusión de una idiolengua imposible. . . ” Es la opinión hacia la Poesía de don Jesús Tuson en su: “El Lujo del Lenguaje”. También diría que: “ . . . La Poesía es un levísimo exceso dentro del exceso fastuoso del lenguaje . . .”
Robert Burns, Alejo Carpentier, Manuel Curros Enríquez, Rubén Darío, Manuel del Palacio, José de Espronceda, José Hernández, Alberto Lista, Edwin Markham, José Martí, Vicenzo Monti, Alexander Pope, Alexander Pushkin, Walter Scott, Stendhal, Jonathan Swift, Swami Vivekananda, Frederic Werner, Johan Goethe, Carlo Goldoni, Edgard Guest, José María Gabriel y Galán, Domingo Faustino Sarmiento, José Ingenieros y Herman Hesse, entre otros, también lo sintieron así, también expresaron ese exceso convertido en símbolo, ese levísimo exceso dentro del exceso fastuoso del lenguaje, como expresión simbólica por antonomasia del mundo discreto y secreto de cada uno de sus talleres.
Un simbolismo clave de claves, una pauta esmeraldina que recita: . . .“No hablo de cosas falsas, sino de inconmovibles verdades, lo de abajo es igual que lo de arriba y lo de arriba es idéntico a lo de abajo. Y con ello se cumple el milagro del ser. Porque todas las cosas derivan de la divina palabra y la divina existencia, y tienen por tanto el mismo origen: la raíz del universo por afinidad de principios. . . ”
Así se comprende, diría Tusón, que el texto poético resulte hermético y generador de ambigüedades: porque ningún ser humano podrá jamás adentrarse completamente en los rincones más ocultos de otro ser humano. Y es por eso que, en su dimensión irreductible, la Poesía sea un acto tan inútil, como el grito del náufrago, que sabiendo de su destino trágico e inmutable, igual acomete y pide ayuda, grita.
Iniciáticos es, sin embargo y a pesar de lo dicho, la primera mirada simbólica de alguien que retoma la segunda y quizás, última oportunidad; es el texto reflexivo y hermético del que aspira a la restitución mitológica ancestral como sorbo agridulce en primer grado. Es el canto al secreto y a la luz como búsqueda interior, es la mañana después, cuando luego de haber muerto y desaparecido, sabemos que el misterio recién comienza, que el ámbito de la Poesía es la Poesía . . . pero aún así, descubrimos a “Horacio, el viejo”, pugnando para que sus poetas escriban “dulce y útil”.
Iniciáticos es el primer descubrimiento del Simbolismo, de la Tolerancia, de la Libertad, de la Cadena de Unión Fraternal, de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza, es la noción de Fe, Esperanza y Caridad, pero por sobre todas estas cosas, es el descubrimiento de la diversidad del hermano en uno mismo.